Originariamente, las palomas solían anidar en abruptos acantilados. Por este motivo, no es de extrañar que los altos edificios que hoy pueblan las ciudades les recuerde en parte a ese paraje vertical y hayan decidido convertirlos en un buen lugar para construir sus nidos, pues, además, cuentan con una alta perdurabilidad que favorece enormemente su asentamiento. Es a partir de los años 50 cuando la paloma bravía o Columbia livia empieza a convertirse en una vecina más de nuestro entorno, ya que cuenta con agua, comida, refugio, un buen clima y escasos depredadores. Otros de los hechos indicativos son su rápida reproducción y su fácil adaptación a la presencia de humanos y de ruido constante. Las palomas son aves predominantemente sedentarias, pero en ocasiones cambian de una ciudad a otra. Asimismo, cuando algunas mueren son pronto reemplazadas por otras.
Todas estas razones han convertido a la paloma en una de las plagas más peligrosas de nuestros días. Se emplea el término «plaga» cuando los intereses de una especie chocan con los de los seres humanos, como ocurre también en muchos lugares con las ratas, las gaviotas en las zonas costeras o las cucarachas. Las palomas pueden ser bastante molestas para los ciudadanos por la suciedad, el deterioro, los excrementos, las plumas… incluso pueden llegar a ocasionarnos problemas de salud. Según el Departamento de Salud de Nueva York (EE. UU.), las personas podemos contraer infecciones como la Histoplasmosis, por la inhalación del polvo que forman al limpiarse las plumas, la Cyptococcosis, por el contacto con los excrementos, y la Psitacosis, por los ácaros que llegan a nosotros. Cualquiera de las tres infecciones es bastante inusual, pero es importante conocerlas y saber que podemos llegar a contraerlas, sobre todo las personas más vulnerables como niños o ancianos o personas con enfermedades autoinmunes.
Para evitar que una plaga se siga extendiendo pero, sobre todo, para tratar de reducirla y minimizar así los problemas que ocasionan, es importante que toda la población afectada colabore y siga las instrucciones pertinentes. En el caso de las palomas, algunas de las directrices con las que deberíamos cooperar son:
dejar de alimentarlas, ni directa ni indirectamente por medio de la acumulación de desechos alimentarios en cubos, terrazas, vía pública… evitar la presencia de charcos o cualquier tipo de agua estancada que pueda ser objeto de bebida o baño, intentar que no tengan la posibilidad de anidar o refugiarse en los inmuebles de la ciudad (sellar huecos, por ejemplo) instalar sistemas que impidan a las palomas asentarse en edificios como púas antipalomas, pastas repelentes, mallas protectoras o estímulos visuales que las ahuyenten, en función del medio y las circunstancias (siendo esta última directriz de las más costosa) También se pueden poner trampas a partir de cebos, químicos para que dejen de producir huevos o repelentes que imitan a sus depredadores
Como hemos visto, las personas otorgamos a las palomas los perfectos condicionantes para que no quieran marcharse de nuestro lado, por lo que está también en mano de todos aportar nuestro granito de arena para evitar que estas situaciones se sigan dando.